
Asombro y lástima
Ya es conocido que el Uruguay no es un país muy pródigo en homenajear a sus grandes artistas, al menos en vida, y cuando lo hace generalmente se equivoca o recurre al manido estilo de la mitificación congeladora.
Por eso lo de la lástima, ya que despedir del elenco oficial a una de las más grandes actrices hispano-parlantes como la Señora Estela Medina con esta versión de ¿Bodas de Sangre?, llama poderosamente la atención. Fruto quizás de la falta de rumbo y de la ausencia de direcciones artísticas coherentes en la Administración Municipal actual.
El teatro de Vanguardia, así con mayúscula, es algo muy serio, pero claro para hacerlo hay que ser: primero artista, y, no posar de tal.
Además creo que hubo una gran confusión espacial por parte de la dirección, cosa que podría ser subsanable en un futuro y para ello me permito hacer algunas sugerencias.
1- Sería mucho más sensato y removedor, hacer esta puesta en escena o al menos el núcleo central de la misma comenzando en el Teatro de Verano. Así la versión entre carnavalesca y algo parodiada, según Percovich, de esta tragedia Lorquiana, tendría un ámbito más contextualizado.
2- Luego podríamos trasladarnos todos en la moderna flota de CUTCSA al estilo Barro Negro, mientras el sacrificado Oscar Serra, en esta versión de relator compadrito, nos cuenta la tragedia de Leonardo, la Novia y el Novio, en el trayecto hacia el Solís.
3- Para por fin arribar a nuestro circo magno y ver a la gran Estela sola en el escenario o en medio de la platea, si se quiere, realizar la proeza máxima de ese final ahora sí de Bodas de Sangre y el ya mítico monólogo del cuchillo…
4- Todos nosotros precisamos, ver, y realizar buenas o grandes propuestas a todos los niveles artísticos conocidos, para así, poder enfrentar los renacidos aires neo-conservadores, y la formulita del Uruguay, siempre preso entre la política del impulso y su freno de la que hablaba Real de Azúa.
No sólo crear polémicas, eso no es renovar ni innovar, es una chabacana estrategia
marketinera.
Eso sí, me atrevo a decirle a Percovich que ni el último, y más afiebrado de los aspirantes a asistentes de dirección del universo, se le ocurriría, teniendo a esa fuerza de la naturaleza como es Estela Medina, en este rol precisamente, marcarle que recite sentada el gran momento cumbre de la tragedia Lorquiana, “donde tiembla enmarañada, la oscura raíz del grito”. (Telón).
Los sacrificados espectadores esperamos que este sea sólo el último rol de la señora Medina, (Junta Departamental mediante), pero con el elenco oficial. Para poder así, seguir disfrutando de su arte, ahora a nivel independiente y en puestas en escena acordes a su portentosa y eximia labor interpretativa.
Los asombros son varios, uno quizás sea, que se pueden idear 150 diferentes puestas en escena de esta magnífica y dificilísima obra de Lorca, pero esta precisa y justamente no.
Repetir 5 o 6 veces el Dialogo del Amargo, en versión sainete, no es ser vanguardista, es no tener idea de lo que se está haciendo; que el público, se ría, en los momentos más dramáticos de la obra, es triste no desacralizador; que la directora crea que está hablando de la homosexualidad de Lorca, al transformar la escena del Bosque, entre la Muerte y la Luna del tercer acto, en una imitación, de malos parodistas de carnaval, haciendo un cliché gay, es penoso, no removedor, y mucho menos una propuesta artística relevante.
Claro que explicarle aquí, a Percovich que el concepto vanguardias históricas es algo tan manido y obsoleto como el tradicionalismo, excedería el marco de este simple comentario, y que el kitsch (http://es.wikipedia.org/wiki/Kitsch ), y las mixturas estilísticas, hace 50 años que no son innovación, más.
Quizás el asombro mayor sea: ¿cómo este conjunto de buenos actores acepta una conducción tan errática y delirante, aparentemente sin chistar, y encima para despedir a una de sus más emblemáticas figuras?
Flaco favor les hace Mariana Percovich a las huestes ultra neo conservadoras de nuestro país, a las cuáles, cree enfrentar con estos desatinos.
De repente osaría sugerirle a la directora que volviera a sus raíces e ideara una honesta puesta en escena en el mítico espacio de “La Tierrita” cuando posaba de sacerdotisa del “teatro barrial”, quizás así pueda retomar el hilo de su carrera y llegar algún día a deleitarnos con puestas en escena de Teatro de Vanguardia, así con mayúscula y en serio, por eso vuelvo al principio: Asombro y Lástima en todos los sentidos.
J.F.Soto.

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